Aún recuerdo la primera vez que la vi, hace ya muchos,
muchos años. Caminaba meneando su escultural cuerpo, con la mirada de quien se
sabe observada por todos los presentes. Puedo decir que fui la envidia de cada
uno de ellos cuando vieron que se acercaba a mí.
Me dedicó una sonrisa apartando el flequillo, dejando al
descubierto unos grandes ojos verdes. Tengo que decir que fue lo que todo el
mundo conoce como un flechazo y que poco más de media hora después, estábamos
en mi casa.
No hicieron falta palabras, nuestras miradas hablaban por si
solas, mientras poco a poco, como si fuera un baile ya coreografiado, nos
íbamos desnudando.
La oscuridad de la habitación no me impidió ver toda la
belleza de su cuerpo, cuando se acercó rozando mi espalada con sus manos,
provocando que cada centímetro de mi piel se estremeciera. Se dio la vuelta y agarró
las mías con suavidad, haciendo que acariciara sus pechos desnudos a la vez que,
recostando su cabeza contra mi hombro, pasaba sus labios carnosos por mi
cuello. Apenas podía creer que me estuviera pasando aquello.
Lentamente fue dejando que mis dedos descendieran. Sentí su
vientre firme antes de llegar a su entrepierna para poder notar el calor que
desprendíamos. La excitación ya casi no nos dejaba respirar, el silencio de la
habitación se llenaba de leves gemidos que ella dejaba escapar.
De forma brusca me soltó y se puso frente a mí, pasando una
húmeda y afilada lengua por la comisura de mis labios mientras acariciaba mi
pelo. Me dio un empujón haciéndome caer sobre la cama y se puso encima dejando
que sus pezones rozaran los míos. Empezó a darme pequeños mordiscos y fue
bajando hasta alcanzar mis muslos. Cerré los ojos mientras besaba mi sexo y con
pequeños movimientos me hacía sentir el mayor placer que había experimentado
jamás.
Por un momento pensé que flotábamos en la habitación, hasta
que no pude más y dejé que un grito saliera de lo más dentro de mí. Nunca otra
mujer había conseguido hacerme temblar de aquella manera jugando con mi cuerpo.
Abrí los ojos al notar como clavaba sus uñas en mi espalda y
ahí estábamos las dos, abrazadas, girando a un metro de la cama como dos plumas
que las lleva el viento. Debido a la excitación no era consciente de lo que
estaba pasando, cuando la luz de la luna que entraba por entre las cortinas,
dejó al descubierto aquellos dos colmillos que me hicieron suya para siempre.
Hace ya casi más de dos siglos de aquello y desde entonces
no ha habido una noche en que las dos no saliéramos juntas de caza, buscando
esos gemidos que nos vuelvan a hacer volar.
Jesús Cernuda.
Me ha encantado compi. Sexy, erótico, sensual y... sorprendente!! waaaao! Todos los ingredientes, ABRAZUCU Y ENHORABUENA!
ResponderEliminarMuchasgracias Lucía Me alegra que te guste. Un abrazo
EliminarMe ha encantado: sensual y sorprendente!
ResponderEliminarMuchas gracias Mayte, un placer que te pases por mi rincón. un abrazo
EliminarTe ha quedado genial y también la foto que es muy pasional.
ResponderEliminarUn cordial saludo.
gracias Paula. un abrazo fuerte
EliminarLas vampiras es lo que tienen. Mucha sensualidad. Un fuerte abrazo, Jesús.
ResponderEliminarDe eso andan sobradas, de eso y de colmillos. Otro fuerte para ti.
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