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viernes, 16 de mayo de 2014

RETO A3 BANDAS(1º PARTE)

OS DEJO LA PRIMERA PARTE DEL RETO A3 BANDAS. HE ESTADO ALGO LIADO POR LO QUE HE TARDADO UN POCO. PARA LOS QUE NO SEPÁIS DE QUE VA. LUIS SERRANO HA HECHO UN PRECIOSO DIBUJO. LUCÍA SUGAR HA ESCRITO LA PRIMERA PARTE DEL RELATO(QUE PODRÉIS LEER A CONTINUACIÓN) Y LA SEMANA QUE VIENE YO PONDRÉ EL FINAL A SUS MAGNÍFICAS PALABRAS. ESPERO QUE OS GUSTE .

 


- Xibalbá – C/Murillo 37, bajo. 19:02h

Como las últimas veces, se trataba de un número oculto, claro. ¡ya sabía yo que pagaría caro esto de la boda! Había recibido el mensajito hacía un par de horas y, tras buscar en Google, vi que “Xibalbá” era el nombre maya del inframundo. -“¡qué graciosas!, esto ha sido idea de Carolina, seguro”. Estaba embarazada de tres meses, por lo que no pudo venir a México y cuando fue al aeropuerto a buscarnos, tenía una sonrisa sospechosamente pícara. Habría dispuesto de una semana entera para prepararlo todo, seguramente con la inestimable ayuda de mi futuro maridito y sus colegas “¡como lo pille…!” No había ningún local con ese nombre en la ciudad y menos aún en esa dirección, lo había buscado en la red pero intuía que los chicos me estarían preparando una buena noche de Rock and Roll, no podía ser de otra manera. Carlos, al que daría el “sí quiero” en pocos días, había sido el batería de mi banda hacía mucho tiempo, más del que me gustaría admitir así que enseguida me di cuenta de lo que pretendían. Me puse la chupa de cuero, cogí el misterioso teléfono y salí por la puerta.


Todo empezó hace dos días en Puerto Morelos, un pequeño pueblo mejicano en la Península del Yucatán, al sur de la atestada y turística ciudad de Cancún. Mis amigas y yo estábamos celebrando mi despedida de soltera que, por ser precisamente la mía, merecía algo por todo lo alto. Me explico, soy la última del grupo en “sentar la cabeza” como dicen mis amigas y claro, tuvieron que montar todo este tinglado. Maira se encargó de reservar una suite en la que nos alojamos las tres cómodamente. Dos camas Queen size en la habitación y una King size en el salón, muy “resort caribeño” todo. -“¿Dónde ha quedado aquella mochilera? ¿La Marta que viajaba por toda Europa durante meses con tan sólo diez kilos de equipaje incluyendo la guitarra? Ainsss ¡qué deprimente es ver pasar el tiempo y acabar entrando por el aro!”

Era la última noche antes de regresar a casa y estábamos en un restaurante local cerca del puerto cantando con los mariachis y dándole al tequila para aprovechar al máximo las últimas horas en el paraíso. No recuerdo cuándo aparecieron aquellos tíos disfrazados con taparrabos y máscaras terroríficas, aunque sí tengo una vaga idea de oír a las chicas reírse, comentando nerviosas la perfección de aquellos torsos brillantes y bien trabajados. “Hay que joderse”- pensé –“mira que les dije que viajecito sí pero nada de gilipolleces. Si me negué a salir con una polla en la cabeza en la despedida de Caro, ¿no esperarán que me ponga a meterles billetitos a estos en el paquete?” Uno de los guerreros mayas se acercó a mí, me puso medio limón en la mano y acercó la suya, de largos dedos y adornada con una especie de anillos ceremoniales, con una pizca de sal en el dorso. –“¡qué coño!” –pensé. Pasé la lengua al lado de los nudillos del susodicho, le di un mordisco al limón y, tras un golpe seco sobre la mesa, apuré el vaso de tequila que me ofrecía de un trago. Lo siguiente que recuerdo es el sol penetrando descarado por entre las cortinas de la habitación y un terrible dolor de cabeza. Miré el reloj y me di cuenta de que en tres horas saldríamos para el aeropuerto, así que no quedaba otra, había que levantarse.

Maira y Lore estarían en la playa, seguro. Las maletas, preparadas desde el día antes, esperaban al mozo alineadas ante la puerta. Yo había dejado fuera un pareo y un bikini además de la ropa de la noche anterior. Al lavarme la cara, sentí un agudo dolor en la mejilla derecha. –“¡mierda! un corte, ¿qué cojones…?” El responsable de que ante el altar fuera a parecer más un boxeador que una novia, era un anillo extrañísimo en el dedo índice de mi mano izquierda. No me pertenecía pero me resultaba familiar… pensé en aquel tío, el del taparrabos, llevaba unos cuantos como ése. Parecía de plata y tenía grabados unos símbolos rarísimos, era chulo, me gustaba. De todos modos, menuda putada lo del corte a una semana del bodorrio. Me puse un poco de papel higiénico, como tantas veces había visto hacer a Carlos y salí a pegarme el último baño en las turquesas aguas del Caribe.

Estando en la sala de embarque del aeropuerto de Cancún, empecé a oír un bip bip bip que no correspondía a ninguno de los timbres de nuestros smarphones. He de reconocer que las chicas estuvieron muy convincentes. Se hicieron las sorprendidas cuando saqué de mi bolsa el teléfono que ahora sostengo en la mano. Al descolgar, una voz grave y masculina comenzó a hablarme en un idioma desconocido y complicado, como con muchas consonantes… ¡no entendía nada! Sospechando que allí había gato encerrado, lo apagué y no volví a encenderlo hasta que llegué a casa y me encontré con que, en lugar de mi chico esperándome, había un sobre cerrado con un lacre azul verdoso que tenía impresos los mismos símbolos que mi anillo. –“desde luego, no hay duda de que se lo están currando” Abrí el sobre y allí dentro se encontraba una de nuestras invitaciones de boda pero ligeramente modificada…

Lucía Sugar (La Maga)
 
 


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